Literatura, relatos, crítica literaria, literatura latinoamericana
Algunos adhieren a la idea que el Boom latinoamericano ha sido un fenómeno publicitario que consiguió poner a Argentina y otros países del cono sur, en los listados de librerías y abrió las puertas de las editoriales.
Sin embargo, más allá de la magia publicitaria, una característica de la literatura latinoamericana es que trata sobre la sociedad propia.
Autores como Gabriel García Marquez, Carlos Fuentes, Juan Rulfo trabajaron sobre el sistema social y la idiosincrasia de sus países, fue el material con que propagaron sus relatos. Sería que son pintorescos, entrañables; como fueran, los personajes de famosas novelas latinoamericanas, trascienden por el rasgo característico de nuestros países; que por otra parte es un signo muy propio de lectores de literatura extranjera, baste como ejemplo el personaje de la Metamorfosis, de Franz Kafka, Gregorio Samsa, que ya es un sustantivo para toda sensación, historia, o metáfora sobre la conversión a insecto.
Las tipificaciones en la literatura latinoamericana, de la mano de escritores de la talla de Macedonio Fernandez, Bellamuerte, Recienvenido, y los que nos han dejado Juan Carlos Onetti, Juntacadáveres, o Juan José Saer, El Matemático; viven su vida de ficción, ahora en nuestras realidades a la hora de construir un personaje.
Con las nuevas tecnologías, es como si la dirección de la literatura se hubiera escindido, por una parte, literatura de posmodernidad, con sus características de fragmentación, no conclusivas y ausencia de valoración específica; la lectura reflexiva no parece ser su objetivo; luego está la fuerza de la violencia y el estatus social que imprimen la grandes novelas de escritores que ya pertenecen a una constelación de un pasado sin tecnología.
El ideal social, ha mutado en relación directa al interés de los lectores, la ciencia ficción cuenta con un espacio primordial, y su característica principal, es precisamente la evasión; pareciera importante que la nueva literatura no dependa, precisamente, de la lentitud con que el lector de escritores mencionados requieren para paladear, no sólo la propuesta anecdótica: social, histórica o política; sino los artificios literarios con que fueron concebidas.
En la actualidad, la historia, lo histórico en literatura, se consume, se distorsiona, se convierte en material de ficción, compite en el mismo nivel con las escenas literarias en la literatura, la metaliteratura, la metatextualidad, y construyen su sentido con elementos de recursos estilísticos.
Mientras los nuevos lectores, los nativos tecnológicos aplican un sistema de lectura que convive con otras artes, el sonido, el video, la gráfica.
Podrá toda esta parafernalia de elementos competir con la vieja y buena ficción, es algo que nadie puede saber, sin embargo, vivimos una era ecléctica de convivencia entre lectores, algunos preferimos que existan todas las fuentes posibles de alimentación y estímulo de lectura, los escritores colectan su material ficcional de espacios imprevisibles.
Parece una tendencia de cada época el hecho de que surgen escritores, o textos de escritores que no son significativos en sus épocas, sino luego, cuando el lector o los tiempos han alcanzado el significado y propuestas del texto.
Habrá que ver el impacto de las tecnologías, la resistencia, por ahora, al libro electrónico, implica insistir con el límite plano del papel, y partir de allí. Que no es poca cosa, salirse del papel, o del mismo libro, a veces es una cuestión ingenio, me viene a la memoria un libro de Cesar Franco y Carlos Luis, que si mal no recuerdo es El escritor perdido, en el que al libro se adosa un sobre pegado al final del libro, dentro del cual hay un papel. Es interesante la idea de que algunos lectores no habrán podidos sustraerse a la tentación de abrir la carta y leerla, antes que al libro. En lo personal, esperé a que la trama alcanzara el momento de leerla y no lo lamenté, como fuera, este elemento externo al libro, perturbador, inquietante produjo que tratara de llegar al momento de leer la carta, lo que hizo que no soltara el libro hasta el final.
El ingenio, las propuestas innovadoras, la originalidad, son elementos que sin importar el impacto en lo social, forman parte del mismo movimiento de los escritores interesantes desde siempre: intentar una nueva forma de narrar.